Wonder Stories (1929-1936).

Wonder Stories (1929-1936)

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Cuando a Hugo Gesnback le arrebataron con malas artes la dirección de su querida revista Amazing Stories a principios del año 1929, este director de publicaciones de carácter científico no se rindió y se dedicó en cuerpo y alma a la creación de una revista que continuaba directamente con lo que llevaba apenas tres años publicando en la que fue la primera revista de ciencia ficción de todos los tiempos. Fruto de aquella bancarrota ficticia en la que le sumieron sus amigos fue el nacimiento de una serie de revistas que, bajo diversas denominaciones, se editaron a lo largo de casi treinta años (1929-1955) y con diversas cabeceras todas encarriladas alrededor de la palabra Wonder . La primera de ellas fue Science Wonder Stories (junio de 1929 a mayo de 1930); simultáneamente se publicó Air Wonder Stories (julio de 1929 a mayo de 1930); en mayo de 1930 ambas revistas se fusionaron y aparecieron sin solución de continuidad en el número de junio de 1930, ya bajo el nombre de Wonder Stories, extendiéndose su historia hasta el número de marzo-abril de 1936.

Además, de otoño de 1929 a la primavera de 1930 aparecieron tres números de Science Wonder Quarterly; a estos habría que unirles los diversos Wonder Stories Quarterly que, trimestralmente, vieron la luz entre el verano de 1930 y el invierno de 1933. Bastantes números, más de cien, casi todos ellos con cubiertas del grandísimo Frank R. Paul. Pero la historia no termina aquí, ni muchísimo menos. Nada más cerrar Wonder Stories, aparecerá una nueva revista del grupo Wonder en el mes de agosto de 1936 (las cubiertas, a partir de aquí, ya no eran de Paul) con el título de Thrilling Wonder Stories, que duraría hasta el año 1955.

Lo que sigue son relatos de ciencia ficción de la edad dorada de los pulps; historias que marcaron toda una generación de textos y que, una vez más, se encuentran en las mismas raíces del género. Sin ellas no estaríamos donde estamos ahora. Además, vale la pena echar un vistazo a su temática para darnos cuenta de lo poco que han avanzado las letras en nuestro campo, porque los argumentos (salvando las distancias del tiempo que de ellos nos separan), no son tan diferentes de los que inventan hoy en día los autores más reputados. Juzguen por ustedes mismos.

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