Portador, El

Esos ojos que yo vi aquella noche en la comisaría detrás de una turba olorosa y procaz no tenían ninguna esperanza. Todo empieza y todo termina en un solo instante, cuando el abogado Javier Pereda desciende a los calabozos de la cuarenta y ocho para encargarse de su nuevo cliente. Pero la mirada de ese chico llamado Furlet, de esa criatura feroz que lo observa desde el fondo de la miseria y la degradación, hace estallar por los aires los últimos retazos de legalidad de este abogado que desde hace años, como su cliente, persiste en un mundo paralelo hecho de cinismo, rabia y dolor.

La defensa de Furlet -"El Portador"- es una tragedia anunciada, una gloria inimaginable y un viaje de vértigo por una realidad que se funde una y otra vez con la ficción que Pereda -escritor perseguido por sus personajes- ha intentado eludir y que, esta vez, lo espera a la vuelta de la esquina para retarlo a duelo.


Novela negra, dura, inmíserícorde, viaje literario y social en una ciudad que todo lo admite: la taza de café en ese bar de madrugada, donde se celebra una y otra vez el ritual de la pérdida. El robo y los negociados entre comisarios corruptos y funcionarios de alto rango, la magia de una melodía perdida y la conspiración temeraria.


Todo empieza así: cuando el que alguna vez fue un joven de clase alta lleno de posibilidades se mira en los ojos de alguien tan exiliado como él.


Yo sabía -admite Pereda- que era una ingenuidad, pero todos tenemos derecho un día a clausurar el porvenir.