Comemadre, La

1907. Un sanatorio en la periferia de Buenos Aires. Un joven doctor se embarca junto a sus colegas en una serie de experimentos que pretenden arañar el velo que separa la vida de la muerte: Seleccionamos pacientes terminales. Les cortamos la cabeza de modo de no lastimar el aparato fonador ... y pedimos que la cabeza nos cuente en voz alta qué percibe . Según el estudio de un eximio forense, basado en la tradición oral de los verdugos franceses, una cabeza sigue consciente y en plenas facultades durante nueve segundos después de haber sido decapitada.

Se buscan voluntarios, atraídos por la promesa de una cura milagrosa para sus cánceres inoperables, son engatusados para que donen sus cuerpos a la ciencia y luego son decapitados.

Increíblemente, el experimento funciona y las cabezas responden enigmáticas frases: santísima virgen de Luján , no tiene nariz ni ojos pero sí una boca o vida al monstruo . Insatisfecho con el resultado, el joven doctor Quintana sugiere una rápida secuencia de decapitaciones, para que una docena de cabezas hablen por turnos, expresando juntas una oración completa, un párrafo , una extensión de palabras que avale el gasto de dinero y el esfuerzo de este equipo .

El experimento pronto se les va de las manos y culmina de forma violenta e inquietante.

En el proceso, el joven doctor Quintana, como todos los médicos del hospital, se enamora de la jefa de enfermeras, Menéndez, que rechaza sus proposiciones cada vez más desesperadas.

Algo más de un siglo más tarde, en 2009, un artista consagrado en busca del tránsito estético definitivo desgrana las circunstancias que lo condujeron hasta aquí. En su órbita, dos figuras problemáticas: el doble y el primer amor.

Obsesionado en convertirse él mismo en objeto artístico experimenta con el cuerpo más allá de cualquier límite moral razonable. Espectáculos con partes del cuerpo cortadas, algunas propias. Esta obsesión lo acercará al legado del sanatorio de Quintana, en manos de Sebastián, bisnieto del doctor, que heredó de su bisabuelo sus notas, manuscritos y varios frascos de un polvo negro de textura irregular. Su nombre en español, comemadre, se extinguió con la planta en la Patagonia hace ochenta años, pero sobrevive en Inglaterra como motherseeker (buscamadre) o momsicker (enfermami). Los últimos ejemplares están al cuidado de la mafia inglesa, que usa las larvas para borrar evidencia .

Traducida a siete lenguas y finalista del National Book Award en el año de su aparición en Estados Unidos, la primera novela de Roque Larraquy lo ha aupado a un lugar privilegiado de la narrativa latinoamericana contemporánea que sus siguientes obras no han hecho sino confirmar. Tan cruel como deliciosa, La comemadre es una obra inclasificable, ambigua y memorable. En palabras del autor: Ciencia y arte, de las que hay muy poco en la novela, son pretextos para preguntarme de qué modo el presente reescribe el pasado, de qué modo el pasado sobrevive en el presente .